El cenizo y gélido suelo de mi
alcoba, parecía reconfortante mientras me sentaba sobre el. Encontré mi pequeña
caja de plata, y saqué todas las cartas y recuerdos con los que había estado yo
arraigada por tanto tiempo. Un libro con una portada color vino, con manos
trémulas apenas lo podía sostener, lo leí por unos cuantos minutos. La historia
que él había empezado a escribir, nunca la terminó, y si la había terminado de
escribir nunca me la mostró pues ya se habría ido. Encontré el viejo reloj de plata con su
elegante cincho negro que siempre rodeaba mi muñeca, y un pequeño anillo de
plata refundido entre los pétalos secos y hojas con poesía vana.
También encontré los viejos
casetes que solíamos escuchar juntos los dos, en su viejo Mustang 67. Y algunas
fotografías que había tomado en su viejo estudio de arte. Una chispa helada
recorrió toda mi espalda al tomar mi antiguo diario, y me tomé algún buen rato
para leer y releer una y otra vez los eventos que me hacían y sonreír tan
efusivamente estúpida y recordaba cada detalle y me ahogaba de nuevo en las
emociones que me provocaba, que me provocó.
Solíamos subir hasta el techo,
para hablar de como serían nuestras vidas juntas plasmadas en solo una.
Hurtábamos una botella de vodka y rellenábamos botellas de agua recicladas con
este, aparentando ser tan solo agua.
Muchas veces me quedaba dormida sobre su pecho, y lograba escarbar
dentro de él, para saborear los latidos de su corazón, y de repente me
encontraba con sus labios. Recordé su viejo apartamento de paredes blancas, y
como pintamos sobre ellas como si fueran lienzos. Su enorme librera, e
infinitas colecciones de libros que solo un buen lector apreciaría tener. Una
sombrilla roja, y un vestido azul. Su chaqueta de cuero, lograba reflejar el
espíritu de ‘Rebelde sin Causa’ de James Dean, con sus afilados ojos de
cristal. Conseguí mi primer tatuaje con él, además de un piercing en mi labio
inferior.
Lo habíamos planeado todo,
seríamos artistas. Pintores. Poetas. Cantantes. Amantes. Para siempre.
Huiríamos de la agobiante multitud, y viajaríamos por todo el mundo. Sin un
hogar planteado, solo seríamos nosotros dos. En un apartamento de clase media
baja, en Venecia o en algún lago en una tienda a acampar. Cualquier cosa
estaría bien, si estábamos juntos. Me preguntaba como hubiera sido mi vida si
nunca lo hubiese conocido.
Antes de él aspiraba ser una
cantante, una actriz. No recuerdo ningún momento en el cual yo no hubiese
deseado no ser famosa. Me encantaba plasmar a Lolita de Nabokov en mi vida
diaria, con lentes bizarros en color rosa en forma de corazón. Pero también
anhelaba ser como Marilyn Monroe, con una falda de tul blanca y un corsé de
seda perlado, tomaba té de manzanilla y
vainilla y estudiaba minuciosamente a lolita de manera religiosa, igual que con
Marilyn. Memorizaba cada estatuto y los practicaba, pero hasta ahora solo
recordaba: “Debes vestir prendas lo suficiente ajustadas para demostrar que
eres una mujer, pero suficiente discretas para demostrar que eres una dama” que
aun practico. En ese tiempo mis labios los maquillaba de rojo, negro, o el
color de mi chicle de mora azul. Pero a
pesar de querer ser una dama, también sentía la necesidad de revelarme,
escuchando Misfits, The Sex Pistols, Minor Threat y The Runaways me encontraba
gritando y corriendo alrededor de la
sala familiar de mi “hogar” en pantaletas de colores pastel y una guitarra
eléctrica.
Después de todo cualquiera
creería que tenía toneladas de amigos, y que era una persona extrovertida.
Pero, en realidad no lo era. Mi vecindario me abucheaba cada vez que salía a la
luz, tal vez era la forma en la que me vestía, o mi voz. Siempre los “Ahí va
esa ridícula niña” “Que persona tan ridícula” “Ha de estar loca” susurrantes
que el viento me revelaba. No me importaba lo que decían, tampoco juzgaba el
porque me criticaban. Solo eran hipócritas y envidiosos. En la escuela, era
expresiva pero reservada, y tan solo tenía dos amigos y treinta y dos
conocidos. Penélope y Joe eran las mejores personas en el mundo, pero a ellos
no los consideraba personas (pues las personas me desagradan), pensaba de ellos
más bien como duendes alienígenos lobeznos de Urano.
Ellos me hacían feliz, siempre
entusiastas y realistas. Nuestro humor era ininteligible para los demás, pues
teníamos bromas privadas. Aunque también recuerdo a ese extraño que llamaba
‘imbécil’ y que terminó siendo una increíble persona con la cual podía tener
alguna conversación inteligente algo forzada, ya que éramos extraños y las
palabras no se nos daban de manera tan fácil. ¿Si el me gustó? Él era
atractivo, muchas anduvieron mucho tiempo detrás de sus huesos, si me gustaba
pero no era un gustar de buscar tenerlo en mis brazos y querer besarlo de
manera terrible, él me gustaba como persona porque aunque no éramos compatibles
en nada buscábamos tener algo en común.
¿Me salí del tema? Oh lo siento.
¿De qué hablábamos? Oh si, pues, ya había planeado mi vida con alguien que
había hecho que todo pareciera para siempre, después de él muchos anduvieron
buscando algo más que solo una amistad conmigo, los rechacé a todos, no quería
a nadie tan solo a él. Recuerdo que solíamos pasear en bicicletas, a las 2:00
de la madrugada y en las noches lluviosas escapábamos para nadar en la piscina
pública bajo la lluvia y de regreso a casa me cargaba sobre su espalda. O nos
perdíamos en algún parque o bosque y comenzábamos a cantar a todo pulmón, y
cuando estábamos lo suficientemente cansados nos quedábamos dormidos en alguna
banca.
Cuando no teníamos suficiente
dinero para pagar algún motel (después de ser echada de mi casa) hacíamos arte
en la acera, o el tocaba la guitarra mientras yo cantaba y ganábamos lo
suficiente para una o dos noches, eso era suficiente ya que al siguiente día lo
mas probable es que estuviéramos en alguna otra parte del mundo. Muchos
intentaban separarlo de mí, por presión social. Las diferencias que no podían
ser cambiadas y finalmente todo acabó. El hoyo que mantuve en mi pecho duró
mucho tiempo se podría decir que es un agujero que aún no ha podido ser
llenado. Solo sé que persiguió sus sueños, y que se fue lejos de aquí, además
de removerse el tatuaje que nos unía. Podría decirse, que si yo hubiese tenido
las suficientes agallas, hubiera hecho para que él se quedara, lo quería
conmigo pero no podía obligarlo.
Me interné en el pequeño estudio,
con delicadas pinceladas, intentando asimilar lo que en realidad había
sucedido. Me harté, tomé algunas cosas de mi armario, mi guitarra y mi chaqueta
de cuero y escapé. No me arrepiento de nada.
Unos años después…
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