miércoles, 11 de julio de 2012

One of the Boys




El cenizo y gélido suelo de mi alcoba, parecía reconfortante mientras me sentaba sobre el. Encontré mi pequeña caja de plata, y saqué todas las cartas y recuerdos con los que había estado yo arraigada por tanto tiempo. Un libro con una portada color vino, con manos trémulas apenas lo podía sostener, lo leí por unos cuantos minutos. La historia que él había empezado a escribir, nunca la terminó, y si la había terminado de escribir nunca me la mostró pues ya se habría ido.  Encontré el viejo reloj de plata con su elegante cincho negro que siempre rodeaba mi muñeca, y un pequeño anillo de plata refundido entre los pétalos secos y hojas con poesía vana.

También encontré los viejos casetes que solíamos escuchar juntos los dos, en su viejo Mustang 67. Y algunas fotografías que había tomado en su viejo estudio de arte. Una chispa helada recorrió toda mi espalda al tomar mi antiguo diario, y me tomé algún buen rato para leer y releer una y otra vez los eventos que me hacían y sonreír tan efusivamente estúpida y recordaba cada detalle y me ahogaba de nuevo en las emociones que me provocaba, que me provocó.

Solíamos subir hasta el techo, para hablar de como serían nuestras vidas juntas plasmadas en solo una. Hurtábamos una botella de vodka y rellenábamos botellas de agua recicladas con este, aparentando ser tan solo agua.  Muchas veces me quedaba dormida sobre su pecho, y lograba escarbar dentro de él, para saborear los latidos de su corazón, y de repente me encontraba con sus labios. Recordé su viejo apartamento de paredes blancas, y como pintamos sobre ellas como si fueran lienzos. Su enorme librera, e infinitas colecciones de libros que solo un buen lector apreciaría tener. Una sombrilla roja, y un vestido azul. Su chaqueta de cuero, lograba reflejar el espíritu de ‘Rebelde sin Causa’ de James Dean, con sus afilados ojos de cristal. Conseguí mi primer tatuaje con él, además de un piercing en mi labio inferior.

Lo habíamos planeado todo, seríamos artistas. Pintores. Poetas. Cantantes. Amantes. Para siempre. Huiríamos de la agobiante multitud, y viajaríamos por todo el mundo. Sin un hogar planteado, solo seríamos nosotros dos. En un apartamento de clase media baja, en Venecia o en algún lago en una tienda a acampar. Cualquier cosa estaría bien, si estábamos juntos. Me preguntaba como hubiera sido mi vida si nunca lo hubiese conocido.

Antes de él aspiraba ser una cantante, una actriz. No recuerdo ningún momento en el cual yo no hubiese deseado no ser famosa. Me encantaba plasmar a Lolita de Nabokov en mi vida diaria, con lentes bizarros en color rosa en forma de corazón. Pero también anhelaba ser como Marilyn Monroe, con una falda de tul blanca y un corsé de seda  perlado, tomaba té de manzanilla y vainilla y estudiaba minuciosamente a lolita de manera religiosa, igual que con Marilyn. Memorizaba cada estatuto y los practicaba, pero hasta ahora solo recordaba: “Debes vestir prendas lo suficiente ajustadas para demostrar que eres una mujer, pero suficiente discretas para demostrar que eres una dama” que aun practico. En ese tiempo mis labios los maquillaba de rojo, negro, o el color de mi chicle de mora azul.  Pero a pesar de querer ser una dama, también sentía la necesidad de revelarme, escuchando Misfits, The Sex Pistols, Minor Threat y The Runaways me encontraba gritando y corriendo alrededor de  la sala familiar de mi “hogar” en pantaletas de colores pastel y una guitarra eléctrica.

Después de todo cualquiera creería que tenía toneladas de amigos, y que era una persona extrovertida. Pero, en realidad no lo era. Mi vecindario me abucheaba cada vez que salía a la luz, tal vez era la forma en la que me vestía, o mi voz. Siempre los “Ahí va esa ridícula niña” “Que persona tan ridícula” “Ha de estar loca” susurrantes que el viento me revelaba. No me importaba lo que decían, tampoco juzgaba el porque me criticaban. Solo eran hipócritas y envidiosos. En la escuela, era expresiva pero reservada, y tan solo tenía dos amigos y treinta y dos conocidos. Penélope y Joe eran las mejores personas en el mundo, pero a ellos no los consideraba personas (pues las personas me desagradan), pensaba de ellos más bien como duendes alienígenos lobeznos de Urano.

Ellos me hacían feliz, siempre entusiastas y realistas. Nuestro humor era ininteligible para los demás, pues teníamos bromas privadas. Aunque también recuerdo a ese extraño que llamaba ‘imbécil’ y que terminó siendo una increíble persona con la cual podía tener alguna conversación inteligente algo forzada, ya que éramos extraños y las palabras no se nos daban de manera tan fácil. ¿Si el me gustó? Él era atractivo, muchas anduvieron mucho tiempo detrás de sus huesos, si me gustaba pero no era un gustar de buscar tenerlo en mis brazos y querer besarlo de manera terrible, él me gustaba como persona porque aunque no éramos compatibles en nada buscábamos tener algo en común.

¿Me salí del tema? Oh lo siento. ¿De qué hablábamos? Oh si, pues, ya había planeado mi vida con alguien que había hecho que todo pareciera para siempre, después de él muchos anduvieron buscando algo más que solo una amistad conmigo, los rechacé a todos, no quería a nadie tan solo a él. Recuerdo que solíamos pasear en bicicletas, a las 2:00 de la madrugada y en las noches lluviosas escapábamos para nadar en la piscina pública bajo la lluvia y de regreso a casa me cargaba sobre su espalda. O nos perdíamos en algún parque o bosque y comenzábamos a cantar a todo pulmón, y cuando estábamos lo suficientemente cansados nos quedábamos dormidos en alguna banca.

Cuando no teníamos suficiente dinero para pagar algún motel (después de ser echada de mi casa) hacíamos arte en la acera, o el tocaba la guitarra mientras yo cantaba y ganábamos lo suficiente para una o dos noches, eso era suficiente ya que al siguiente día lo mas probable es que estuviéramos en alguna otra parte del mundo. Muchos intentaban separarlo de mí, por presión social. Las diferencias que no podían ser cambiadas y finalmente todo acabó. El hoyo que mantuve en mi pecho duró mucho tiempo se podría decir que es un agujero que aún no ha podido ser llenado. Solo sé que persiguió sus sueños, y que se fue lejos de aquí, además de removerse el tatuaje que nos unía. Podría decirse, que si yo hubiese tenido las suficientes agallas, hubiera hecho para que él se quedara, lo quería conmigo pero no podía obligarlo.

Me interné en el pequeño estudio, con delicadas pinceladas, intentando asimilar lo que en realidad había sucedido. Me harté, tomé algunas cosas de mi armario, mi guitarra y mi chaqueta de cuero y escapé. No me arrepiento de nada.

Unos años después… 

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